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Hay una anécdota realmente terrible de mis días de secundaria, y es que -ahora que lo pienso- seguramente asistía yo a una de las peores escuelas del Distrito porque siempre pasaban cosas horribles con los profesores.

El caso es que había un profesor a cargo del Taller de Dibujo Técnico que siempre ponía en evidencia a los alumnos. Era de esos maestros que te aventaba el borrador a la cara si no ponías atención, se burlaba de ti cuando cometías algún error y te gritaba si estaba enfadado por alguna razón. Era además, para desgracia de muchos, esposo de la subdirectora de la escuela; y sin embargo, gozaba de alta popularidad entre el estudiantado, sobretodo con los varones.

Un buen día, caminaba el profesor por los pasillos de la escuela, y se encontró con un estudiante que había consumido drogas. Fúrico, el maestro le gritó y amedrentó; pero el chico en vez de asustarse (quizá debido a la influencia de la droga), comenzó a vociferar y responder las amenazas. El maestro entonces azotó la cabeza del niño en contra del muro tres veces. El chico acabó en el hospital.

Un estudiante vió todo lo sucedido y corrió a contarlo al director de la escuela. Debido a la influencia de la subdirectora, el profesor no fue despedido. No obstante, los padres del chico exigieron la renuncia del maestro. El despido no se dio y el chico regresó a clases al cabo de unos días.

Sin embargo los rumores corrieron. Los compañeros del chico afectado supieron que se pensaba en correr al maestro por lo ocurrido y culparon al niño. A partir de entonces los alumnos comenzaron a torturarlo, golpeándolo e insultándolo; e incentivaron al resto de la escuela para declarar un paro de labores como protesta para apoyar al profesor.

El chico no pudo regresar a la escuela pues comenzó a recibir amenazas de parte de sus propios compañeros. Vivía aterrado y los padres decidieron cambiarlo de plantel y denunciar además la manipulación del maestro hacia los alumnos. Otros padres se fueron sumando para apoyar al chico agredido cuando se enteraron del paro de labores y la forma en que el profesor trataba a varios estudiantes. Ante la lluvia de inminentes demandas, el director decidió despedir al maestro y a su esposa.

Las cosas se calmaron, las clases reanudaron. Los alumnos del plantel tuvieron que recibir varias pláticas del director sobre lo sucedido, y tardaron mucho tiempo en entender la gravedad del asunto.

Sobretodo, fue difícil para muchos aceptar que el maestro actuó de forma negligente y que las amenazas a un compañero estaban por completo fuera de lugar. Les fue difícil aceptar esto, porque ante sus ojos el chico había hecho mal por estar drogado, eso lo convertía en un criminal y una amenaza.

Los alumnos no comprendieron al inicio, que bajo esas circunstancias el que verdaderamente corrió peligro fue su compañero pues pudo haber muerto. Que el profesor tenía una conducta inadecuada, y que golpear a una persona -sobretodo un menor- es incorrecto, abusivo y criminal.

Finalmente los estudiantes cayeron en la cuenta, de que si bien el chico estaba drogado, el maestro pudo haber actuado de forma distinta a como lo hizo: podía haber avisado a los padres, enviar al muchacho a Servicios Escolares o directamente a la Dirección. Tenía el poder para elegir entre cualquiera de estas acciones, incluso pedir la expulsión del plantel si era necesario; pero en vez de actuar de forma consciente y responsable, eligió casi matar a un niño y provocar la ira de sus compañeros para que lo atacaran también.

Muchas veces los niños y jóvenes no se dan cuenta de la gravedad de sus propias acciones, sobretodo si en sus propias casas viven situaciones de violencia. Por eso es muy importante la guía de sus mayores en este proceso; pero cuando se encuentran con un adulto que avala situaciones violentas, leves o de gravedad, los menores pierden el control de sus actos.

Quienes simpaticen con el adulto imitarán su conducta, y quienes sean detractores se sentirán impotentes ante la falta de apoyo de otros adultos. De esa manera los más débiles quedan desprotegidos y quienes quieren ayudarlos no pueden. Tal fue el caso del chico que avisó al director, pues no pudo hacer nada más: ni detener el ataque, ni calmar a sus compañeros. A pesar de que él estaba en contra de lo que estaba sucediendo, no tenía el apoyo de nadie para detenerlo.

En cambio, todo dio un giro cuando otros padres se sumaron para apoyar al chico. Cuando hay apoyo y solidaridad las cosas cambian y la actitud de los más jóvenes también.

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Una de las situaciones que fomenta el abuso -y que suele ser queja de muchos padres de familia- es la propia participación de los profesores en insultos, burlas, sarcasmos, etc.

Parece simple e irrelevante; pero el hecho es, que cuando una autoridad le falta el respeto a un alumno, los demás se sienten con el permiso para imitarlo.

Tal es el caso de un chico, que durante los dos primeros años de primaria se llevaba bastante bien con sus compañeros de clase; pero al llegar a tercero cambiaron al profesorado en la escuela y la situación también cambió. Precisamente ese año, el niño afectado se rompió el brazo; a partir de entonces el maestro de inglés comenzó a hacer comentarios sarcásticos respecto a su condición.

Al comenzar las burlas del profesor, los demás niños iniciaron también. Por ejemplo, durante un ejercicio de inglés en que tenían que pasarse la pelota, el maestro le negó la entrada al niño del brazo roto al que le dijo: "Si no puedes agarrar la pelota con dos manos, menos con una"... Todos los niños festejaron la burla.

Otro día, el profesor sacó al niño del salón porque no dejaba de temblar. El chico tenía frío, por eso temblaba; pero el maestro decidió sacarlo al pasillo, que está al aire libre.

A los pocos días los alumnos tuvieron que hacer un espectáculo de títeres para la misma clase de inglés. El niño hizo varios muñecos de papel para presentar su obra. Al finalizar la clase una niña se los quitó. Aunque el chico le exigió muchas veces que le devolviera las marionetas, la chica le dijo que no porque ahora eran suyos. El chico se quejó ante el profesor, quien lo ignoró por completo.

De manera que el resto del año, el niño tuvo que sufrir las bromas y agresiones de los compañeros que apenas un año antes eran sus amigos. Pues los alumnos contaban con la aprobación de un maestro, que además era querido por todos.

Este tipo de situaciones son delicadas tanto para el alumno como para los padres. Por un lado no se puede permitir este tipo de conducta por parte un profesor; pero por otro, se cae en el riesgo de que el maestro se desquite con el menor si es amonestado por su conducta.

Sin embargo, es responsabilidad tanto de la escuela como de los padres proteger al menor en situaciones de abuso de poder.

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El siguiente es un video en donde aparecen diferentes chicos que fueron víctimas de Bullying. Hoy ya no están nosotros, pues la depresión y el sufrimiento los orillaron al suicidio. Todos eran niños y jóvenes amados y queridos por sus familias.

Esperemos que su sacrificio despierte conciencia de la verdadera gravedad del problema.



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En una escuela pública, un chico fue empujado en las escaleras por otro compañero (al parecer esta acción es una de las más difundidas entre las agresiones escolares). Como resultado, el chico se lastimó fuertemente el brazo izquierdo.

El muchacho avisó a su maestra que tenía un fuerte dolor en el brazo, y pidió permiso para llamar a su casa para que pasaran por él. La profesora pensó que se trataba de una excusa para faltar a clases, y aunque todo el grupo le aseguró que el alumno había sido empujado por otro ella no lo creyó.

Como al niño le seguía doliendo mucho el brazo, otro compañero le aseguró que podía "acomodárselo" y lo jaló con fuerza. El chico sintió entonces mucho más dolor, pero aún así no llamaron a la familia.

Al llegar la salida los padres del muchacho notaron que estaba lastimado y lo llevaron al médico. El niño se había lastimado los nervios a la altura del hombro al caer, si hubiera recibido atención médica inmediata no habría habido mayor problema; pero al jalar el brazo, el compañero del chico desprendió del todo los nervios lastimados y ahora requería una cirugía más años de terapia, los cuales no garantizaban que el niño recuperara la movilidad de su brazo.

Los padres demandaron a la escuela y a la profesora.

En muchos casos de agresión (si no la mayoría), los maestros y autoridades escolares están al tanto; pero no intervienen por considerar que el asunto es problema de los estudiantes, que no es relevante por ser "cosa de niños". Simplemente no le creen a la víctima o piensan que es "un llorón" que de todo se queja y ese no es su problema.

La negligencia de las autoridades al minimizar el problema o ignorarlo tiene serias consecuencia como lo acabamos de ver. No sólo le cuestan graves daños físicos a las víctimas de agresión escolar, sino emocionales también. Y es responsabilidad de los dirigentes de los planteles escolares ayudar a controlar este problema.

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En un colegio privado, una niña que cursaba el sexto grado de Primaria empujó a otra por las escaleras. La niña afectada se lastimó el hombro.

Como el hecho ocurrió justo a la hora de salida, la madre se dio cuenta y habló con el padre de la chica agresora, a lo que el papá contesto: "Yo le he dicho a mi hija que si le hacen algo en la escuela que no se deje, que les pegue".

El padre pensaba que si su hija había empujado a otra por las escalera, era porque seguramente la otra le "había hecho algo" y por lo tanto merecía lo que le pasó. Aún cuando en este caso la niña afectada ni siquiera había cruzado palabra alguna con su agresora.

En este caso se pueden observar dos fenómenos distintos con respecto a la violencia escolar:

1. La permisividad de la conducta violenta desde la propia familia.

2. Dar por hecho que tarde o temprano el escolar enfrentará una situación violenta con algún compañero, y que eso es "normal".


La mayoría de las veces, el niño agresor se ha educado en un ambiente donde la violencia es regla y los golpes e insultos se justifican. Se culpa al otro de la propia conducta, y es común escuchar frases como "te pegué porque me hiciste enojar" o "te dije tonto porque no te apuraste con la tarea".

No es de extrañar que los niños que han crecido con estas reglas, se comporten de forma violenta en la escuela, donde cualquier pretexto se utiliza para agredir al compañero: "le pego porque es tonto", "la empujé porque se puso en mi camino".

Por otro lado, muchos padres dan por sentado que sus hijos tarde o temprano tendrán que enfrentarse con algún compañero: "Si te hace algo no te dejes, pégale". Algunos enseñan al niño a contestar las agresiones con golpes o insultos, otros aconsejan avisar a las autoridades, y otros más simplemente instan a sus pequeños a ignorar el problema. A ninguno se le ocurre que estas situaciones no son "naturales".

Sí es verdad, la violencia escolar es un fenómeno muy común, pero no por eso debe ser aceptable ni muchos menos sernos indiferente. Ignorar una agresión no ayudará a la víctima, por lo contrario podría incrementar el acoso. Y la solución tampoco está en enseñar a los alumnos a golpear a otros.

Para combatir el acoso escolar, es importante educar a nuestros hijos en una vida sin violencia. Si surge algún problema debe ser confrontado, se debe actuar más que reaccionar, algo de lo que hablaremos más en próximas publicaciones.

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El año pasado se estrenó una de las pocas películas que abordan el problema del acoso escolar. La cinta es española: Bullying, bajo la dirección de Josecho San Mateo.

Relata la historia de un joven de 15 años que tras sufrir la pérdida de su padre, se muda a Barcelona junto con su madre, en donde el chico comienza a sufrir por el abuso en su nuevo colegio.

La película está muy bien ubicada en cuanto a la realidad del fenómeno de Bullying, y además de ser un excelente film dramático, bien podría servir para crear conciencia entre la población de habla hispana.

Para descargar la película puedes visitar:

http://www.peliculasyonkis.com/pelicula/bullying-2009/

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AVISO IMPORTANTE:

El miércoles 9 de junio habrá una conferencia sobre Bullying en la Facultad de Psicología de la UNAM. En un horario de 16:00 a 20:00 horas. Diseñada para pasantes de psicología, psicólogos y profesionistas afines al área educativa.

Será impartida por la Mtra. Adriana Marín Martinez. El costo es de $650.00 por persona. Cupo limitado.

Para reservar tu lugar en línea visita:

http://dec.psicol.unam.mx/formaactos.php